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Comunicación, clave del liderazgo exitoso

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Por Miguel Ángel Cid Cid

Ser líder requiere cultivar tres maneras de actuar frente los seguidores. La primera, como esclavo de sí mismo; la segunda, como esclavizador de sus seguidores; y la tercera, como propiciador de libertades compartidas.

En realidad, los expertos en liderazgo describen los tipos de líderes por docenas. Aquí intento presentar los dos más dañinos, y un tercero, como el ideal. Porque de alguna manera los otros se desprenden de estos.

Esclavo de sí mismo

Convertirse en su propio esclavo se asume, en unos casos, de manera intencional —intención malvada— en otros se llega por los senderos del inconsciente.

De los dos, el primero, es el más abundante. Hay mil maneras de identificarlo, entre ellas está su discurso. Repite siempre: para que las cosas salgan bien tengo que hacerlas yo, porque ustedes no quieren aprender nada.

Cuando les pregunta a los miembros del grupo lo qué opinan sobre un tema importante, primero le dice lo que él cree. Luego pregunta: ¿qué les parece a ustedes? Inclusive, suele insistir en que sus seguidores le aporten ideas que le faciliten tomar la decisión correcta.

En realidad, con el aparente desespero por obtener opiniones lo que busca es que le celebren su posición sobre el tema en cuestión. Por eso expresa su opinión antes de cualquier cosa. Para manipular la opinión de los demás.

Busca, por demás, humillar a sus seguidores. Que se autocalifiquen como gente sin ideas, que reconozcan que  lo necesitan a él para salir adelante.  

Esclavizador de su gente

Los líderes esclavizadores se mantienen siempre buscando ocupación para sus seguidores. En determinados momentos los obliga a hacer una misma tarea varias veces. Se resiste a dejarles tiempo libre para pensar.

A las secretarias las ponen, por ejemplo, a digitar documentos inútiles: las notas de una reunión, transcribir una grabación, etc. Y la secretaria —ingenua— se pregunta:

— A caso el jefe no sabe que estas tareas ya las realizó el encardo de actas.

Ni bien ha comenzado a realizar la tarea asignada cuando —el supuesto líder— les pide aplazarla por cinco minutos para que revise otra nota. Situaciones que se repiten una y otra vez.

Pero a la hora de evaluar el rendimiento se hará en base a las tareas que les corresponde hacer a cada uno. Por tanto, el balance del rendimiento del equipo será negativo siempre. Y el “líder” se regodea reprochando la supuesta incapacidad de sus seguidores.

Este tipo de líder se mantiene en una zozobra permanente. Agonía que la transfiere a sus seguidores. Lo anterior, a su vez, les impide cumplir con eficiencia el trabajo correspondiente a cada función. 

Constructor de libertades compartidas

El más escaso de encontrar es el líder que nunca se regodea en la popularidad repentina.  Él sabe de sobra que lo súbito es una trampa para desviar a la organización de sus objetivos.

Porque centrarse en la grandeza individual sólo conduce al aplazamiento del desarrollo del partido como ente de poder. Trae, así mismo, una comunicación deficiente, un debate condicionado que, en vez de transformación promueve involución; y la construcción de nuevos escenarios.

La característica principal de este tipo de guía consiste en estar enfocado siempre en lograr los propósitos institucionales. Cada actividad es un paso táctico para avanzar en el cumplimiento de la misión y la visión de la asociación. O sea, lo importante para este líder está en lograr las estrategias del conglomerado.

La imagen política y moral de un líder depende —nunca de él— sino de la visión que tengan sobre él sus seguidores. Por esta razón, al líder le toca velar siempre por el desarrollo de todo aquel que está a su alrededor. Y la mejor manera de conseguir esto es propiciando un clima de transparencia.

Por lo anterior, los líderes deberían esforzarse en comunicar la más mínima decisión a sus seguidores. Con la comunicación transparente y amplia consiguen inspirar el espíritu de trabajo en los miembros de la organización.

Una organización —sea política o social— que cuente con un sistema de comunicación eficiente a lo interno su trabajo navegará viento en popa. Es, además, cuestión de tiempo para que ese clima de camaradería se refleje hacia afuera. Entonces, comenzarán a llegar de manera natural los nuevos seguidores.

Porque es una organización que está construyendo un liderazgo colectivo. Una agrupación donde, desde el más grande hasta el más pequeño contribuye al crecimiento del grupo. Y si el grupo crece, en igual proporción crecen sus miembros.

Un sistema transparente de comunicación promueve el debate abierto, sin manipulaciones. Este tipo de debate es una fuente de aprendizaje que revoluciona las individualidades y transforma el comportamiento colectivo.

En suma, la comunicación enérgica propicia la construcción de nuevos escenarios. Escenarios que habrán de llevar la organización al triunfo definitivo, al logro de la misión y la visión institucional.

Miguel Ángel Cid

[email protected]

Twitter: @miguelcid1

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